el hombre es un ser pluridimensional constituido por siete cuerpos sutiles que corresponden a siete planos de existencia: físico (mineral), etérico (vegetal), astral (animal), mental (hombre), causal (sabio), búdico (iniciado) y átmico (dios). El cuerpo físico es materia; el etérico, vida; el astral, conciencia; el mental, memoria; el causal, pensamiento; el búdico, contemplación; y el átmico, identificación con la Divinidad. El alma animal se asienta en el cuerpo mental, la humana en el causal y la espiritual en el búdico.
El modelo es coherente con los conceptos que manejan tanto el doctor González de Rivera como otros científicos e investigadores. Todo ser humano estaría dotado siempre de un alma animal, que sería su herencia biológica y se expresaría en su patrimonio genético. En el curso de su existencia, desarrollaría inevitablemente un alma causal específica, que la Teosofía, en el ámbito de las funciones psíquicas, vincula a la memoria.
Sin embargo, el alma espiritual no sería el resultado de una determinación implícita en el cuerpo físico (materia básica o mineral) y en el biológico (el organismo capaz de nutrirse y reproducirse), corno ocurre con las dos primeras, sino una opción que todos podemos realizar o no: una posibilidad de evolución cósmica que se le brinda para superar su condición y transformarse en un ser «sobrehumano» o divino.
el ser humano es en esencia el espíritu, que se refleja a través del alma (causal) en el cuerpo físico y cuyo objetivo es la evolución de la autoconciencia, que le permite construir o desarrollar un tipo de vehículo sutil superior, como paso previo al logro de su meta evolutiva. Pero el alma, pese a ser en sí misma energía, no está físicamente en un lugar diferente al del cuerpo carnal ni en una porción de éste, sino que lo interpenetra en su totalidad.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
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